martes, 1 de junio de 2010

EL HUESO CANTARÍN

Érase una vez un joven muchacho a quien el dinero y la riqueza le daban exactamente igual. Todo cuanto poseía lo llevaba puesto: un pantalón, una chaqueta, una camisa, zapatos y, en invierno, un gorro. En cuanto tenía algo más, lo dejaba tirado por ahí, para que otro lo encontrara. Para él sólo existía la música y sabía tocarla de maravilla.

Si llegaba a una montaña en la que había madera secada por el viento, se sentaba y se tallaba una flauta. Y todas las canciones que el viento soplaba a través de la montaña, las sacaba el muchacho de la madera de la flauta.

Si se hallaba sentado junto a un lago, se hacía una flauta de caña, y todas las canciones que cantaban las aguas y las aves acuáticas a través de los juncos, él sabía tocarlas.

Si se sentaba en un prado, se construía un pequeño violín.

Así iba caminando y llegaba a otros países. De la comida y de la bebida no tenía por qué preocuparse. La gente le daba de las dos cosas por hacer música.

Una vez estuvo en una isla en la que había poca gente; tan sólo bosques áridos, arena caliente, mar y sol.

Yendo el muchacho por la arena, se encontró un hueso de pájaro. Era una pata de pájaro blanca, quebradiza y hueca. Con ella se hizo una flauta. Y cuando se puso a tocar, sonaba una música muy extraña, encantada, bella. Era una canción, pero también una historia. Una historia de un pájaro sagrado. Y el chico empezó a flotar por encima del mar, muy arriba, atravesando países de ensueño que nadie conocía.
El hueso era una pata de Kolp, el pájaro sagrado, al que los hombres habían matado ochocientos años atrás. Nadie había encontrado su cuerpo, pues el viento se lo había llevado y lo había depositado en la arena de la isla. Y cuanto más tocaba el muchacho, mejor sonaba la pata del pájaro.

Cuando la gente escuchaba la canción, sucedía algo maravilloso: cada uno oía una historia diferente. Por ejemplo, el que buscaba algo, supo, de repente, dónde podía hallarlo. El que tenía preocupaciones supo, de pronto, si valía la pena seguir preocupado (la mayor parte de la veces, no). Al que se le había muerto un amigo averiguó dónde encontrarlo: no muy lejos, por cierto, sino allí mismo, a su lado. Y los muy felices flotaban por el aire, muy arriba, como Kolp, el pájaro sagrado: eran nubes y cielo y fuego y arena, eran risa y llanto y lluvia y sol...

CUENTO RECOPILADO POR: Hermanos Grimm,
"Cuentos de niños y del hogar".

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola D.Juan Jose me ha gustado mucho un El Hueso Cantarín.Bueno Adios

Luna de 3ºA. dijo...

Hola D.Juan Jose me ha gustado mucho "El hueso cantarín " Me ha interesado mucho ese cuentó gracias por ponerlo.

malú dijo...

me ha encantado el hueso cantarín

Juan José dijo...

Malú. ¡CUIDADO CON LA ORTOGRAFÍA!

Las frases se empiezan con mayúsculas y se terminan en punto.

Si tienes tiempo vuelve a mandar el comentario corregido.

La forma verbal HA ENCANTADO, la has escrito correctamente, no se ha escapado la H. ESTUPENDO.